viernes, 30 de marzo de 2018

INVESTIGACIÓN ECONOMIA

Bolivia y Chile en cifras

Si bien a Bolivia y a Chile la historia nos separa, los intereses económicos siempre nos unen.
La Razón (Edición Impresa) / Omar Rilver Velasco Portillo
00:00 / 30 de marzo de 2018

La Razón (Edición Impresa) / Omar Rilver Velasco Portillo
00:00 / 30 de marzo de 2018
La economía chilena brilló en los 90, década en la que su crecimiento fue de un 7% en promedio. Sin embargo, en los últimos años parece que el panorama se les puso cuesta arriba. Entre 2014-2017, Chile creció solo un 1,7%, el registro más bajo en casi cuatro décadas. Por otro lado, con una tasa de crecimiento promedio de 4,7% para similar periodo, y el segundo cuadrienio más alto en su historia luego de la vuelta a la democracia, la economía de Bolivia se ha posicionado como la más veloz de Sudamérica.
Pero el camino por recorrer todavía es largo. El PIB chileno es aproximadamente siete veces mayor que el nacional. A ese paso necesitaríamos cerca de 65 años para alcanzar la capacidad de producción actual de nuestro vecino. Empero, hemos logrado reducir las diferencias: en 2005 la brecha era de 13 veces. Este resultado también está alterado por los precios nominales con los que medimos la producción. La última revisión de las cuentas nacionales chilenas se hizo en 2013. En cambio, la boliviana data de 1990, con lo cual esta brecha en años sería mucho menor.
El PIB per cápita chileno medido en términos corrientes es de $us 14.000 aproximadamente, mientras que el boliviano asciende a $us 3.390, es decir, cuatro veces más. Pero en términos de capacidad de compra (PPP), la diferencia se reduce a tres. Cabe señalar que en la región Chile ostenta el primer lugar en este indicador y Bolivia, el penúltimo. No obstante, para el caso boliviano este indicador viene creciendo de manera ininterrumpida desde 2003 (a excepción de 2015); mientras que en Chile ha caído de manera consecutiva en los últimos años, lo que ha frustrado la aspiración del vecino país de alcanzar a países como Rusia y Portugal.
A pesar del enorme progreso económico, Chile se sitúa entre los países más desiguales de Sudamérica, solo por debajo de Brasil y Colombia. La desigualdad se manifiesta en el acceso a la educación, los puestos de empleo y la concentración de la riqueza en pocas familias adineradas. En Bolivia, por lo contrario, se redujo la desigualdad en la última década.
Una diferencia fundamental es el modelo económico. En Chile rige una economía de mercado que promueve la iniciativa privada extranjera a través de sus tratados de libre comercio y promoción de inversiones; en cambio en la economía boliviana el Estado y sus empresas públicas juegan un rol protagónico. Pero lejos de los puentes ideológicos que nos separan, tenemos estructuras productivas parecidas. El sector extractivo ocupa un lugar importante en las exportaciones. La minería del cobre representa el 45% de las exportaciones chilenas; mientras que en el país el oro, la plata y el zinc representan el 32% de nuestras exportaciones. A diferencia de Bolivia, Chile no tiene gas y debe importarlo a precios internacionales; pero irónicamente terminamos importando diésel y gasolina de aquel país. También importamos vinos chilenos, pescado enlatado, concentrado de bebidas, frutas y medicamentos; mientras que le vendemos soya.
Fuera de las divergencias económicas, tenemos también diferencias demográficas importantes. Con una población de 17 millones (6 millones más que Bolivia), el mercado chileno es mucho más grande. Pero podría recortarse porque Bolivia cuenta con la tasa de crecimiento demográfico más alta de la región (1,5%), mientras que Chile, una de las más bajas (0,8%); lo que ha impulsado a la apertura creciente de las fronteras chilenas al ingreso de migrantes, entre ellos bolivianos. En cuanto a la esperanza de vida, en Chile es de 79 años, 10 años más que en Bolivia. Pero por bueno que fuera, representa un enorme desafío previsional para el sistema de pensiones chileno.
Al margen de las diferencias, existen muchas complementaciones entre ambas naciones. La historia nos separa, pero los intereses económicos siempre nos unen.

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