lunes, 2 de octubre de 2017

INVESTIGACION E INNOVACION 2

¿Innovación? Estamos en calzoncillos



María José Rodríguez *
"Maldita suerte”, habría vociferado John Shepherd-Barron hace medio siglo dándose contra la puerta cerrada del banco. De cambiar el cheque a tiempo habría tenido el bolsillo lleno y llegado a su hogar con lo necesario. Pero no. Ahora esperaría hasta el día siguiente. Habría viajado para el efecto desde su pueblo a la ciudad. 
 
"Debiera haber alguna manera de expender dinero, así como las máquinas de chocolates”, cuentan las crónicas que pensó ese día. Y, como sucede con las mentes propulsoras de cambios, abrigó la idea durante un tiempo hasta hacerla realidad e inventar el cajero automático. 
 
Las primeras máquinas eran, en realidad, unas dispensadoras de cheques. La entidad bancaria entregaba al usuario cheques, cada uno equivalente a 10 libras, impregnados en carbono 14 para comprobar su autenticidad en el cajero automático. Cada cliente debía identificarse, además, con una clave de cuatro dígitos, la cantidad más probable de recordar. Y un 27 de julio de 1967 la firma británica De La Rue, en una sucursal del Banco Barclays, inauguró el primer cajero, creado por  Sheperd-Barron. Un cliente insatisfecho que desarrolló una solución innovadora y fue apoyado por la industria.
 
Clientes frustrados con los servicios como  Shepherd-Barron hay muchos, pero pocos empujan al cambio y ven una oportunidad en los "huecos” de la oferta. Quizá porque la cultura de innovación no es del todo impulsada y todavía es difícil hallar el capital para llevar nuevas y buenas ideas a la realidad. 



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